Fragmento de la "Sabia insinuación de las cosas"


Apenas contaba siete años, el repiquetear del despertador, un lunes o un martes, un 1 o un 15. Un día aislado, impar un día de cálido mercurio, el atolondrado tic-tac no conseguía levantarme, entraba entonces mi madre con una vibrante burbuja de espuma en la mano, tan temblorosa como la suavidad con la que soplaba, así el indolente despertar se despabilaba ovillando el aire con los pies.



En el estremecedor silencio de la madrugada, me desayuné las magdalenas, en el espesor del chocolate, con la parsimonia para comer en el pozo de la desgana. Una biodramina para los mordiscos del mareo. Clareábase el avance del amanecer, un aleteo de luz entraba por la ventana. Mi padre presuroso, carga la reata de bultos en el maletero del taxi. Entramos en el interior del vehículo, el cierre de las puertas, el motor en marcha rasga el silencio rotundo de la madrugada.