Llegaba la ahora del descanso, de ver la hora descender levemente, arrancada por el brío de una brisa. La quietud a la orilla de una acequia, en el mojón de un camino o en el respaldo de una albarda. Un potro se acerca próximo a mis ojos, ahora se aleja, entre cardos y abrojos de las mies. Las hormigas corretean por mis manos y entre los terrones resquebrajados de la tierra.



          Los recuerdos permanecen como la vida. En los rincones de la memoria se conservan los detalles cotidianos, la rosa silvestre que se marchita, la canalilla arriba en el pinar, debes callar junto a ella y oír la fluencia despaciosa, goteante, la libélula va viniendo, tanteando, levantándose en el agua.

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